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Despertarse. Antes de abrir los ojos. Hacerse consciente del cuerpo otra vez... la posición en la que estás, la ropa que llevas puesta (if any...), sentír frío o calor. Recuperar poco a poco molestias y dolores. Todo en tan solo algunos nanosegundos. Hoy duermo solo. Es curioso, pero lo primero que la mente consciente se pregunta es ¿dónde estoy?... incluso antes del ¿quién soy?... quién soy hoy. Sólo entonces abres los ojos y buscas una referencia: uina persona, un objeto, una ventana... la lámpara en el techo es siempre un buen comienzo. Si no reconoces el cuarto, las fotos sobre el buró suelen ser útiles también.
Esta vez es un hotel. De nuevo. Los hoteles cuestan un poco más de trabajo. Impersonales. O al revés, cuentan demasiadas historias simultáneamente. Las resquebraduras en las paredes, las manchas de humedad en el techo, las quemaduras de cigarro en las sábanas, los olores extraños, los sonidos de las habitaciones contíguas, las alfombras rojas y el yeso caído de las paredes... todas señales, apenas puntas de icebergs enormes, de historias ajenas. Las gruesas cortinas ocultan no solo la luz del sol o la obscuridad de la noche, sino también el tiempo... la hora del día. Y el ruido de la ciudad, ruido ajeno. Ese sí puede ser mío, dice si es una gran urbe o un pueblito, si estoy en un doceavo piso o en la planta baja junto a la carretera. Todos los hoteles son iguales, todos dicen nada, estás de paso y you don't belong here, hoy no tuviste casa. El hotel es extranjero. Lo grita el papel tapiz limpio, la king size aromatizada, la caja fuerte con cerradura electrónica y el calentador bajo la ventana. Los lejanos murmuros de motores sugieren una gran urbe, un doceavo piso. New York tal vez... o Londres...
Ahora sí, duermo sólo y en bóxers. La temperatura siempre es engañosa, tengo frío pero afuera podría estar encima de los 40° o nevar. No suena la regadera, no hay ropa de mujer en el suelo ni bolsas sobre el sofá, auténticamente estoy solo. Es probable que esté triste. No hay alarma, así que no estoy aquí por trabajo. Debo ser Demian, latino en busca de sí mismo en lugares donde nadie se buscaría. Como el hipopótamo y el agua. Pero ese Demian no podría pagar sólo un hotel en NY, menos en Londres. Tal vez soy Demian, headhunter y el trabajo fue nocturno e informal. O tal vez soy Demian, ínfimo asistente a un congreso pagado por la compañía y este es mi día libre. Oh oh... creo que soy Demian, ambiciosísimo miembro de cierta firma y hoy se me ha hecho tarde porque olvidé el despertador... putain! un último esfuerzo antes de salir de la trinchera que forman las sábanas...
Despertarse. Recordarse. Recordarse, así le llaman en Chiapas. Todavía no se porqué sé eso. Tal vez soy chiapaneco. Soy mexicano, eso seguro. Aunque con tanto translado seguro ni que amaneazca. Recordarse: el acto de despertar y recordar la vida. Eso sucede más a menudo de lo deseado cuando se viaja mucho y pierde la capacidad de discernir espaciotiempos. Todos los hoteles son iguales. Todos los aereopuertos son iguales. Todos los zócalos mesoamericanos son iguales. Todos los "business neighbourhoods" son iguales. Todas las cárceles asiáticas son iguales. Por eso prefiero despertar con alguien, en su habitación. No siempre.
Incluso después de correr las cortinas y mirar el vertiginoso "abajo", hoy no soy nadie y no estoy en ningún lado. Sólo se que te extraño.
Incluso antes de saber quién eres, sólo se que me duele porque estás ahí abajo. Y te extraño. Menos mal que te extraño.
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wake up
and you just move your hands upon the clock
throw coins in wishing wells
for us
you make believe that you are still in charge
--- TY
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