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Desconcertante. Es la palabra que me vino a la mente la primera vez que miré sus ojos, uno pardo, el otro negro. Era casi de mi estatura y sus pobladas cejas negras se unían sobre la base de la nariz justo como las mías. Su tez morena cobriza rivalizaba la mía y a pesar de todas las similitudes, jamás nadie podría suponer un ancestro común entre nosotros. La traicionaba el cabello negro y ligeramente quebrado, abundante y suelto, obscuro como mi conciencia alcanzando límites más allá de su baja espalda. Fue culpa del cabello. Fue eso lo que me hizo descender esa mañana de otoño del Red Line en DuPont Circle y seguirla a distancia entre los edificios marrón de New Hampshire Ave que en esa zona se denotan impersonales en comparación con las demás aristas conformadas por la estrella de DuPont Circle… viró a la izquierda en 18th St y vagamente recordé que era mi primera vez en Washington y no tenía ni idea de en qué parte de la ciudad me encontraba. Pasaban de las once y el sol invernal pegaba duro sin calentar. Sobre 18th se encontraban edificios habitacionales de dos plantas principalmente, en ese rojo-ladrillo obscuro característico washingtoniano. Aunque la arquitectura gringa nunca me gustó, el basement me parece un detalle coqueto, así que cuando descendió del nivel de la calle por dieciocho escalones y entró por la puerta de cristal junto al escaparate me pareció natural seguir las señales. La puerta tenía seguro electrónico y, viniendo de la Santa María, reconocí un doble recubrimiento antibalas. “for security issues… we’ve had some antisemitism acussations” diría Jamal más tarde. Jamal su hermano. Entré al Vegan Bakery de a lado sólo para pensar un poco mi acercamiento.
Del acercamiento no diré nada. Ese día se presentó como Hanaan. Sonrió y dijo “al salaam…”. Después me habló en inglés y tras advertir mi dificultad (ocasionada más por su hermosura que por mi falta de fluidez) habló en italiano. Y en portugués. Español al final. Tras un par de frases, me dio la oportunidad de demostrar mi desconocimiento de la política contemporánea del mundo árabe. Rió. Apenado, me volví hacia el estante de los libros, donde reconocí la tumba de Khayyám en Nisapur. Con desconfianza me preguntó si era matemático. Afortunadamente no lo soy. Me mostró su copia en árabe de las Rubba`iyyat: una miniatura de bolsillo que llevaba envuelta en tela púrpura. Sobra decir que jamás había visto siquiera la traducción de Fitzgerald. De ahí salté a Hassan en Sabbah, pero como muchos otros que he conocido, Hanaan no le tenía afecto. Hacia la una comimos shish kebaps en un mal restaurante atendido por un turco fanático de la mafia italiana. Hacia las cuatro me preguntó por la APPO. Hacia las seis le pedí que recitara aquél “…soy lo que soy yo …” en idioma original. Hacia las siete la besé en español. Hacia las diez, aplicaba las sabias palabras calladas de Khayyám.
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El rubí precioso fue obtenido
del fondo de una mina ignota y rara,
y esta perla purísima y sin copia
en el seno oculto del mar fue hallada.
Me equivoco: ni mina ni océano
de otras minas ni océanos se apartan:
sólo el secreto del amor se expresa
en lengua de los hombres ignorada.
---OK
¿Que yo del vino soy devoto ciego?
Y bien, lo soy.
¿Que soy infiel, idólatra del fuego?
Y bien, lo soy.
Cada uno de mí en su idea fía;
Mas yo, dueño de mí, tengo la mía:
Soy lo que soy.
---OK
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Tomábamos café y fumábamos shisha. Ya no criticábamos al starbucks pero seguíamos visitando a los etiopíes. Para entonces ya la había conocido no solo como Hanaan, sino también con otros nombres que gustaba intercambiar y crear ese desconcierto acorde con el color de sus ojos. Se llamaba Jamal como su hermano. Y ciertamente eran bellos. Hanaan lo utilizaba menos, con gente precisa. En el trabajo utilizaba Jalila entre muchos otros, inclusive algunos de hombre. Ese día se llamaba Hikmah. Yo había dado por entendido que era atea, de manera que el verla vestida en el tradicional taqsireh me sorprendió a pesar de sentarle a la perfección. Mezclando español, árabe e inglés libremente así como las tradiciones zoroástricas con la kabbalah y el zodiaco tropical, interpretación simbólica jungiana y frases lindas del hinduísmo newage, así como nuestra vida juntos y mi historia personal, me detalló la esencia de lo que era yo (así, en pasado):
“acuariano posmoderno en decadencia, dual-core en esencia: una cara amable, tímida y sensible, la otra extrovertida, segura y exhibicionista. Las profundidades de tu ser ocultas bajo una cubierta de frivolidad que asemeja la trampa de la hormiga león. Fascinante y estúpidamente honesto, pero me agrada como tus convicciones sólidas no son inamovibles y sueles cambiar al encontrar tu error. Valoras más la discusión que el acuerdo, y aceptas un argumento sin compartirlo. De esa dualidad proviene un estúpido idealismo pasional contrastante con la frialdad al decidir. Tu humor es grotesco e incomprensible. Sobra decir falto de gusto. Pero a veces parece ingenuo. Filantrópico dictatorial. Con propensión a caer en el autismo, te adentras en el santuario virtual de tu ser y gastas veinte años mentales meditando en abstracciones tan irrelevantes al mundo que rayas en la locura. Si algo se te mete en la cabeza, tu devoción es tal que sueles arriesgar no sólo tu sanidad mental sino también tu bienestar físico. Cuando emocionado, sueles también estar exhausto. Dramáticamente independiente en períodos de actividad, demandas audiencias al terminar. Te quejas de no tener amigos pero no los cultivas, ni siquiera te tomas la molestia de ser hipócrita. Demandas tanto de los demás como de tí, y ninguno estamos dispuestos a tus excéntricos sacrificios... así que te decepcionas con frecuencia. La única furia que creo debe serte temida es la que se produce por la traición. Un par de veces la perversa crueldad que te subyace se me ha presentado sin tu consentimiento. No perdonas una desilusión. No se, a veces lo veo como tenacidad, a veces como dogmatismo. Así las cosas, and thinking you’re ruled by ur anus, I still love you, postmodernism aquarian. After seven lifes I’ve seen thru you and now I know how you’ll become mad before wanting me to leave. I love you.”
Me quedé sentado ahí hasta que el cigarro quemó mis dedos. Me había desnudado y lapidado, y me había gustado. Me dio miedo. Franco miedo. Incluso llegué a pensar que era bruja o telépata o algo, aunque entonces no estaba de acuerdo con su sentencia. Hoy se que sólo era perspicaz y gustaba de leer misticismos traducidos en inglés. Es decir, me conocía bien pero jamás vió venir que la abandonaría en algún aereopuerto clandestino en Túnez... yo mismo nunca pensé que sería tan fácil no contestar esa llamada. Sobra decir que para entonces ya no la llamaba Hanaan.
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